En enero de 1999, tras la muerte de mis padres y para liberarme de la tristeza que sufria, decidí hacer el Camino de Santiago.
El 12 de marzo lo empecé en Saint Jean Pied de Port con un amigo que al día siguiente volvería a casa.
El martes 13 de abril llegaba a Compostela en compañía de un par de entrañables compañeros.
La experiencia había sido absolutamente maravillosa y si un mes antes, en un día gris y lluvioso, salí de Francia con lágrimas de tristeza, llegaba ahora a Santiago llorando de alegría.
Años más tarde, hubo quien me pidió que pusiera en limpio lo que en un principio fue un cuaderno de viaje, con dibujos y garabatos, notas de lo que vi, oí y sentí, hojas que recogí por los bosques por los que pasé. En marzo de 2005 empecé a ordenarlo y escribí las primeras líneas. A principios de abril estaba listo para colgarlo en internet en donde ha permanecido a disposición de todos hasta que en enero de 2009 la Editorial Luciérnaga se interesó por él.
En febrero de este año se habían hecho las últimas correcciones y quedó listo para su publicación. El 14 de abril llegó a las tiendas, exactamente diez años después de la fecha en la que termina el relato.
