sábado, 31 de julio de 2010

El Mundo digital

El periódico El Mundo, en su revista digital de viajes Ocho Leguas incluyó el pasado 25 de julio, festividad de Santiago Apostol, el libro Una idea peregrina entre la selección de ocho que hace sobre el Camino. Aunque aquí incluyo el artículo, se puede ver en:


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1. Ultreia, de Luis Carandell. Suma de Letras, 2004.

El añorado Luis Carandell parió un librito curioso y adictivo. No caminó hasta Santiago sino que cabalgó un coche, lo que pone sobre aviso al peregrino. Aquí no hay experiencias extenuantes ni loas a las ampollas, sino información, historias, Historia, tradiciones y esperpentos varios. Fiel a la labor enciclopédica que llevó a cabo en vida, Carandell decora todas y cada una de las páginas con anécdotas y datos para el recuerdo. Todo ello contado con el habitual estilo del escritor, tan sabroso como una onza de chocolate tras una larga siesta.

El libro es perfecto como aperitivo al Camino, a lo que es y a lo que representa. El estilo –ameno, humilde, repleto de sabiduría seria y, a la vez, popular- y el tamaño (es fácilmente localizable en edición de bolsillo, barata y ligera) lo convierten en un compañero de viaje fantástico, ideal para devorar con una linterna en el albergue -en pequeñas dosis, el cansancio llama- cuando ya se han apagado las luces.



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2. Un viaje mágico por el Camino de Santiago, de Mariano Fernández Urresti. Edaf, 2004.

Los libros editados en los últimos años sobre el reverso mágico del Camino de Santiago podrían llenar un par de estanterías. Desde las recopilaciones de leyendas asociadas a la senda jacobea de Juan García Atienza, hasta la obra de investigadores enigmáticos más jóvenes, el reverso enigmático del Camino siempre ha tenido quién le escriba.

El libro de Fernández Urresti es una excepción por varias razones. Primero, porque es un relato vivido y sentido a lomos de una bicicleta y el autor, ávido pedalero, desglosa aquellas sensaciones tan comunes que experimentan quienes gozan sufriendo en la subida a un puerto o se desesperan ante un sendero embarrado que obliga a echar el pie al suelo. Segundo, por su documentación y chascarrillos, porque las dosis esotéricas son las justas y tienen un entrañable criticismo histórico (con el que se puede estar o no de acuerdo) que siempre se agradece.



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3. Guía del Peregrino Medieval/Codex Calixtinus, de Aymeric Picaud. Centro de Estudios del Camino de Santiago, 1989.

La historia es, más o menos así: Aymeric Picaud, un clérigo francés del siglo XII se echó al Camino en la época, cruzó parte de Francia y toda España a través de la senda francesa –la misma que se patea en la actualidad-, llegó a Santiago y compuso no sólo la primera guía conocida sobre la peregrinación jacobea, sino una de las primeras piezas literarias turísticas que se conocen en Europa, el Liber Peregrinationis, quinto capítulo de una obra completa sobre Santiago Apóstol. Pero la importancia del relato en cuestión no es sólo la histórica –el galo describe con pasión el Pórtico de la Gloria, cuya piedra todavía estaba fresca, recién tallada- o la testimonial –informa sobre los ríos de la época, denuncia los posibles peligros y las tarifas abusivas de algunos barqueros-, sino la abrumadora sinceridad y, en algunos casos, insolencia con la que aborda los diferentes pueblos que pacen junto al camino.

Picaud es un kamikaze de la literatura de viajes con afirmaciones contundentes: «Si en España o en Galicia comes alguna vez el pescado vulgarmente llamado barbo, ten por seguro que muy pronto o te mueres o te pones malo» o «Las gentes de esta tierra (en referencia a los vascos) son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la misma tierra en que habitan. Sus rostros feroces, así como la propia ferocidad de su bárbaro idioma ponen terror en el alma de quien los contempla».



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4. Bueno, me largo, de Hape Kerkeling. Suma de Letras, 2009.

Fue una de las apuestas editoriales relacionadas con el Camino más sonadas del año pasado en España y un auténtico éxito de ventas en Alemania, donde Hape Kerkeling es un conocido presentador de televisión. Con esas credenciales, el autor –un urbanita que se escora en el pesimismo con facilidad- decide honrar al título del libro y marchar a España para hacer el Camino. El relato, desglosado como un diario al uso, no dejará indiferente a alguien que lo lea al sur de los Pirineos.

Si el medieval Liber Peregrinationis llamaba y llama la atención por las corpulentas y polémicas opiniones formadas sobre el paisaje y paisanaje español, el libro de Kerkeling hace las veces por lo mismo: por cuán diferente y chocante puede ser la perspectiva extranjera sobre nuestra propia realidad. Ello arroja un puñado de valoraciones apresuradas sobre España, el Camino y los que lo frecuentan cuanto menos chocantes: «Para los sudamericanos, el Camino es un gran mercado matrimonial»; «Los albergues de peregrinos son para la gente que no tiene dinero. Nada de dinero»; o «Todo el mundo te advierte acerca de esta aldea fantasma (Foncebadón), por la que se dice que merodean perros salvajes que, a veces, atacan en manada». Kerkeling escribió todo ello en 2001, quién sabe cuántos germanos se habrán lanzado (o habrán huido) a la ruta jacobea tras haber degustado sus líneas.



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5. Una idea peregrina, de Alfonso Biescas. Luciérnaga, 2009.

Otro de los géneros más tocados en lo referente a la senda jacobea es el del testimonio personal, ya sea en clave religiosa, espiritual o aventurera. El libro de Biescas planea inteligentemente sobre todos estos géneros sin casarse con ninguno, creando una de las más bellas confesiones sobre lo que es el Camino, lo que representa y el crisol de sentimientos que experimentan quienes deambulan por él. Hipersensiblizado tras la muerte de sus padres, el autor marcha hacia Santiago y toma nota de sus rutinas como peregrino –las comidas, el ritmo casi marcial de los albergues…- y de sus estados de ánimo, traspasando las fronteras de la sinceridad y volcando verdades de forma visceral y grata.

Raro es el peregrino que, una vez hecho el Camino no se identifique con lo expresado en la mayoría de sus páginas. Para muestra, un ejemplo: «Mañana volveré a la rutina del peregrino, al maravilloso errar por los caminos, por los campos, visitando extraordinarias iglesias, magníficas ruinas. Tomando café en sencillos bares de pueblo, hablando con campesinos y pastores. Saludando a los pájaros, oyendo la brisa entre las hojas y el agua en los arroyos. Viviendo».



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6. Peregrinatio, de Matilde Asensi. Planeta, 2004.

Tras el éxito de su novela Iacobus (2000) en la que ya se coqueteaban con la senda hacia Santiago, Matilde Asensi se sumergió por completo en el Camino Francés con una original guía novelada. Vertebrada gracias a un fino y casi anecdótico hilo argumental, Peregrinatio recorre la historia, los datos y los monumentos de de la mano del protagonista, el caballero Jonás de Born que peregrina la ciudad gallega para poner orden en su vida y, de paso, ser cómplice de los rituales del Camino. El libro tiene un valor añadido: la preciosa maquetación, apoyada en numerosas ilustraciones extraídas de códices medievales. Ideal para aquellos a los que los conceptos de ensayo o no-ficción les alejan del negro sobre blanco.



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7. Alfredo debuxa o Camiño, de Alfredo González. Museo das Peregrinacións e de Santiago. Xunta de Galicia, 2008.

El más grueso, lustroso y voluminoso de los libros aquí comentados tiene poca letra y mucho trazo. Se trata de los dibujos que realizó el ilustrador Alfredo en sus diferentes peregrinaciones, llevadas a cabo en los últimos veinte años. Estampados de forma espontánea, superfresca y viva, con la sola ayuda de un lápiz y rotuladores, los dibujos captan a la perfección aquellas imágenes de la senda francesa que quedan guardadas en la retina del caminante. Por sus páginas desfilan los monumentos medievales pero también los momentos más mágicos del día; las tierras de campos palentinas y los abruptos Pirineos. Ideal para refrescar los parajes del Camino, una vez se ha aterrizado en el hogar. La deliciosa edición está apoyada por un breve y conciso diario de su peregrinación, en gallego, castellano e inglés.



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8. El Camino Iniciático de Santiago, de Juan Pedro Morín y Jaime Cobreros. Ediciones 29, 1976.

Un par de décadas antes de que el Camino catara de nuevo las mieles del éxito multitudinario, vio la luz un libro fundamental para conocer el ‘otro’ reverso del trayecto: el oculto, el simbólico, el esotérico y el artístico, centrándose en las piedras románicas y góticas que se levantan en las orillas. El Camino Iniciático de Santiago se sumerge de lleno en la senda francesa y, tramo a tramo, pueblo a pueblo desglosa aspectos profundos de la arquitectura de todo el recorrido. En el libro no hay espacio para la elucubración y mucha para una meticulosidad casi monacal, lo que lo convierte en una joya para unos pocos paladares. Difícil de encontrar, avalado por la trayectoria posterior de sus autores (Jaime Cobreros es un apasionado erudito del arte románico, un cruzado que lucha por su difusión a través de guías, artículos o la asociación Amigos del Románico) y perfecto para degustar a pequeños sorbos y si es con los monumentos delante, mejor que mejor.